Feliz año nuevo

Ayer, sábado 21 de junio, llegó el invierno. Esta fecha, conocida como solsticio de invierno, es el día en que la tierra se encuentra más alejada del sol en el hemisferio sur.
Es una fecha de gran trascendencia espiritual para los pueblos de este lado del mundo, ya que el Padre Sol retorna con nuevas energías para fecundar a la Madre Tierra.
Muchos desconocen el valor trascendental que tal acontecimiento tiene para todos los seres vivientes del hemisferio sur, cuyos pueblos coinciden en celebrar dicho acontecimiento cósmico, cada uno en su idioma y con diferente expresión, como el comienzo de un nuevo ciclo.
La imposición global del calendario gregoriano universalizó la idea del comienzo de año el 1º de enero, sin embargo, cada cultura desde tiempos remotos determinó el inicio del nuevo ciclo a partir de su observación del cosmos y su relación con la naturaleza.
Machaq Mara, Mosoq Wata, Inti Raymi o Wiñoy Xipantu son distintos nombres con que los pueblos originarios de esta parte del mundo denominan a ese acontecimiento, que celebran entre el 21 y el 24 de junio.
La focalización del inicio del Año Nuevo en la noche del solsticio de invierno hace que para quienes se identifican con estas culturas no pueda resolverse la celebración mediante un simple cambio de fechas (21 de junio por 31 de diciembre). La celebración el 31 de diciembre significa la imposición de una tradición vacía de significado para el medio americano, y que las repúblicas independizadas heredaron de los colonizadores europeos, una vez desarticulados los aspectos ecológicos que la misma tuvo en origen.
Esta celebración debe entenderse como un movimiento de recuperación y reivindicación de la identidad indígena en el marco del proceso político de lucha por derechos fundamentales largamente violentados.
La noche previa a la celebración, la mayoría de las comunidades indígenas al sur de la línea ecuatorial se reúnen para evaluar lo acontecido en el ciclo que termina. En Capital Federal, desde hace años, se realiza esta celebración en la Plaza de las Naciones Unidas, también en el Parque Avellaneda y en la Reserva ecológica, cualquier persona que se sienta identificada con este festejo puede asistir. Se realizan grandes fogatas que simbolizan la intención de dar calor a nuestra Madre Tierra, a la espera del amanecer. Con los primeros rayos del sol se da comienzo a este nuevo ciclo para todos los hombres y mujeres que habitan el hemisferio sur.

"... En el universo todo es armonía y equilibrio en sucesión de opuestos que se complementan (dualidad complementaria: energía positiva y negativa, macho y hembra, etc, todo dentro del estado cíclico de la vida que no tiene principio ni fin) en el que no hay lucha de contrarios ni destrucción, sino oposición complementaria para generar nuevos estados, siempre en armonía y equilibrio, no en caos total ...

Por ello el hombre en nuestra Filosofía Cósmica es de carácter universal, en consecuencia, cualquier habitante del planeta Tierra puede adoptarla, debe respeto a todo el Universo, porque el equilibrio y la armonía se logran reconociéndonos como hijos y hermanos de todo lo demás…”

La ley 1550 instituye el día 21 de junio como
Año Nuevo de los Pueblos Originarios.

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